domingo, 27 de junio de 2010

Los amigos que los taurinos callan

Todos los anitaurinos estamos cansados de oir la lista de nombres de artistas y celebridades que apoyan o han apoyado la tauromaquia; que si Federeico García Lorca, que si Picasso, que si Goya, etc. incluso el premio Nobel Ernest Hemingway; pero, que casualidad, que siempre se les olvida otros, no menos famosos, pero que la Historia no los ha dejado en buen lugar, y por eso, ahora los ocultan.
Los taurinos, como los curas, siempre se han caracterizado por acercarse al poder; tanto político como económico, sin importarles como han llegado a ese poder. En su época parecían vencedores y los taurinos se acercaron a ellos, pero como perdieron y la democrácia venció, ocultan este pasado y ahora van de más demócratas que nadie. Pero como no es bueno olvidar para no repetir los errores, aquí van las pruebas.

En la primera foto podemos ver a Marcial Lalanda con Heinrich Himmler, Comandante y Jefe de las SS. Himmler gestionó la matanza metódica y sistemática de millones de judíos, polacos, gitanos, homosexuales, comunistas, Bibelforscher (testigos de Jehová) y enfermos mentales, muchos de los cuales fueron usados en experimentos.

En la segunda foto vemos a Himmler en una corrida de toros celebrada en la plaza de toros de Las Ventas.

En la tercera foto vemos a un grupo de toreros en la plaza de toros de San Sebastian.

En la cuarta fotos, vemos al Dictador, Franco, con un grupo de toreros.

Y en la última foto, Franco está junto a Paquirri y otros toreros.

Todos juntitos, todos retratados para la posteridad.

miércoles, 23 de junio de 2010

Hemingway y los toros

Los taurinos siempre se han argumentado que grandes figuras de las artes han defendido las corridas de toros; incluso un premio Nobel, como Ernest Hemingway. Sin embargo, desde hace años, mi amigo Luis Gilperez de ASANDA, viene defendiendo que esa opinión la tienen los taurinos porque no leen; ya que Hemingway no habla tan bien de las corridas como se supone.

Por fín he tenido tiempo para comprobarlo por mi mismo, y me he bajado de Internet "Muerte en la tarde" que es el libro que este escritor dedica a la tauromaquia (afortunadamente no me he gastado un duro en semejante mierda, porque no están los tiempo para tirar el dinero).

Tengo que confesar que no lo he terminado de leer. No he podido pasar de los dos tercios del mismo. No me gusta dejar los libros a medias, por malos que sean; pero cuando me planteo que estoy perdiendo segundos de mi vida en leer cosas que no valen tanto, es cuando me decido a dejarlo. Y este ha sido el caso de este libro.

Antes de todo quiero zanjar la cuestión de si Hemingway es taurino o no. Pues bien, no es tan anti-taurino como Luis insinúa pero si que es cierto que nada más comenzar afirma:
Supongo que desde un punto de vista moral moderno, es decir, cristiano, la corrida es completamente indefendible; hay siempre en ella crueldad, peligro, buscado o azaroso, y muerte. Y yo no voy a tratar de defenderla ahora, sino de decir honestamente las cosas que he visto.
En el capítulo VIII Hemingway dice:
- Es una cosa extraña lo que ocurre en España, señora. De todos los asuntos de dinero que conozco, no he visto nada más sucio que las corridas de toros. El rango de un hombre está fijado por la suma que recibe en la lidia; pero en España el torero tiene la impresión de que, cuanto menos paga a sus subordinados, es más hombre, y de las misma manera, cuanto más logra reducir a sus subordinados a una posición cercana a la esclavitud, se siente más hombre. Son afables, generosos, corteses y muy estimados de todos los que tienen una posición superior a la suya, y avariciosos, mezquinos, miserables, capataces de esclavos con los que trabajan para ellos.

Siendo la tauromaquia la máxima expresión del machismo y del caciquismo, no se como aún hay políticos de izquierda que siguen apoyándola.

Pues bien, es cierto que, aunque el libro no es anti-taurino, a lo largo del mismo hay cositas interesantes; pero, en general, parece uno de esos librillos que se reparten cuando vas a la ópera y que tratan de explicar lo que estás viendo.

Por lo demás, desde un punto de vista literario, no se como a este tipo le han dado el Nobel de literatura. Será que Estados Unidos, deseaban tener un Nobel en esta disciplina y habrán presionado a la Academia Sueca para conseguirlo; por que otra cosa no se explica.

Como decía, el libro es una guía de la tauromaquia para turistas anglosajones. Lo sorprendente es que, en cada capítulo, intercala cuestiones que no tienen nada que ver con la tauromaquia. Dice cosas como:
Pero en este momento se estarán diciendo ustedes que hay muy poca conversación en este libro. ¿Por qué no hay más diálogo? Lo que nos gusta, cuando leemos un libro de este ciudadano, son personas que hablen; es lo único que sabe hacer, y ahora no lo está haciendo. El pobre hombre no es un filósofo ni es un sabio; es un zoólogo incompetente, bebe demasiado, no sabe poner los puntos en su sitio, y por si faltaba poco, ahora ha dejado de escribir diálogos. Alguien tendrá que darle el alto. Ha perdido con los toros el poso seso que le quedaba.
- Ciudadano, tiene usted razón: vamos a dialogar un poco.
-¿Que le pasa a usted, señora? ¿Hay alguna cosa más que le gustaría saber a propósito de los toros?
- Así es, caballero.
- ¿Que es lo que querría usted saber?
Pregunteme lo que quiera, que yo le contestaré absolutamente a todo.
- Es una cosa muy difícil de preguntar, caballero.
- Vamos, no se deje intimidar; hábleme con franqueza, como hablaría usted a su médico o a otra mujer. No tenga reparos en preguntarme lo que realmente quiera saber.
- Caballero, me gustaría estar informada sobre la vida amorosa de los toros.
- Señora, ha ido usted a parar al sitio más adecuado.
- Entonces, expliquese usted, caballero.

Y con esta conversación tan ridícula entra en el tema de la procreación de los toros. En el siguiente capítulo dice:
- No hay una palabra de conversación en este capítulo, señora, y. sin embargo, hemos llegado al final. Lo lamento mucho.
- Más lo lamento yo, caballero.
- ¿Que le gustaría? ¿Mas historias sobre pasiones de casta? ¿Una diatriba contra las enfermedades venéreas? ¿Algunas frases brillantes sobre la muerte y la descomposición? ¿O le gustaría conocer la aventura que le ocurrió al autor con un puercoespín durante los años juveniles que pasó en los condados de Emmett y de Charlevoix, en el Estado de Michigan?
- Se lo ruego, caballero; basta de animales por ahora.
- ¿Que le parecería entonces una de esas homilías sobre la vida y sobre la muerte, que son una verdadera delicia de escribir para todo autor?
- Realmente, no puedo decir que tenga muchos deseos de oírlas. ¿No tiene usted nada de un género que nunca he leído, divertido, pero instructivo? No me siento muy en forma hoy.
- Señora, tengo exactamente lo que le hace falta. No se trata de animales salvajes no de toros; está escrito en estilo popular y podría considerarse como el Snow Bound de Whittier de nuestro tiempo, y al final está lleno de conversación.
- Si hay diálogo me gustaría leeerlo.
- Léalo, pues; la historia se llama así:
Historia natural de la muerte>
La vieja señora - No me gusta el título
El autor.- Yo no he dicho que fuese a gustarle. Puede ocurrir que no le guste nada de nada en este relato. Pero aquí está.

Y empieza un capítulo en el que relata anécdotas de su época de corresponsal de guerra. Anécdotas en las que dice cosas como:
Me ha parecido siempre que no se tiene en cuenta suficientemente la guerra como campo de observación para los naturalistas. Tenemos encantadores y serios estudio sobre flora y fauna... ...¿No podríamos intentar ofrecerle al lector algunos hechos interesantes en relación con la muerte? Yo creo que si.
...En la guerra, los muertos son, en general, machos de la especie humana...
...Hasta que se procede a su entierro, los muertos cambian todos los días más o menos de aspecto. El color pasa, en las razas caucásicas, del blanco al amarillo verdoso y al negro. Cuando se los deja un tiempo suficiente expuestos al calor, la carne acaba por parecerse al alquitrán, sobre todo en las partes en donde no ha quedado abierta o destrozada, y tiene visiblemente la iridiscencia del alquitrán. Los muertos crecen día a día, hasta hacerse demasiado grandes para sus uniformes, que les quedan justos que parece que van a reventar. Los miembros, separadamente, pueden aumentar de volumen hasta un punto increíble, y los rostros se hinchan y tomas la forma tersa y redonda de un balón.
Lo que más sorprende en esta corpulencia tumefacta es la cantidad de papeles que
aparecen diseminados en torno a un muerto. Su última posición, antes que se ordene la que tienen que tomar en los funerales, depende del emplazamiento de los bolsillos del uniforme. En el Ejército austriaco, los bolsillos estaban detrás del pantalón, y los muertos, al cabo de poco tiempo, se encontraban todos, en consecuencia, boca abajo, con los dos bolsillos de atrás con el forro vuelto y todos los papeles que los bolsillos habían guardado diseminados sobre la hierba. El calor, las moscas, la postura de los cuerpos en la hierba y aquella cantidad de papeles dispersos son la impresión que conservo...


Y así todo el libro, al menos lo que he leído. Y cuando las conversaciones forzadas para entretener al lector, entre la vieja señora y el joven caballero, el tedioso rollo taurino y las historias absurdas que no venían a cuento (como la del amigo que no podía dormir en una habitación de un hotel de Paris porque el de la habitación de al lado no paraba de llorar) me hicieron preguntarme ¿Que coño estás haciendo leyendo esta mierda, cuando tienes cosas mucho más importantes que hacer, como cortarme las uñas de los pies?, cerré el libro y di por terminada mi relación, de lector, con el premio Nobel de Literatura, Ernest Hemingway.